Publicar una novela sin contratar un corrector profesional

Como comenté en mi anterior entrada, estoy inmerso en el proceso de publicación de una novela. Esto me ha llevado a consumir una cantidad ingente de contenido sobre publicación, autopublicación, corrección ortotipográfica, corrección de estilo… Y puedo decir con certeza que el mundo editorial —no solo el tradicional, sino también el sector de la autopublicación— está pensado para pulverizar tu autoestima y succionar el contenido de tu cartera.

No me malinterpretes; no quiero decir que las editoriales de autopublicación o los correctores profesionales independientes sean unos estafadores, que no hagan bien su trabajo o que sean innecesarios. En absoluto. Lo que quiero decir es que esa bella y digna profesión está intervenida —como todo en nuestra era— por las emponzoñadas garras del marketing.

En este artículo vamos a ver en qué casos un autor necesita un corrector y cómo actúan todos estos profesionales para venderte servicios que, tal vez, no se adapten a tu situación.

¿Necesito un corrector ortotipográfico para mi novela?

La corrección ortotipográfica es el proceso de revisar y corregir tanto la ortografía como la tipografía de un texto, para asegurar que sea correcto y coherente. No se centra en el contenido del texto, sino en la forma.

Lo ideal cuando uno publica un libro es disponer de un corrector ortotipográfico profesional. Recomiendan que acudas a uno incluso aunque tú seas un corrector profesional, y esto tiene sentido porque uno se acaba habituando demasiado a lo que escribe, además de que a todos nos cuesta ver nuestros propios errores. Y, adicionalmente, siempre ayuda tener otro par de ojos que revise tus escritos, tanto para evitar despistes como para sumar su conocimiento al tuyo —ya que siempre cabe la posibilidad de que tú ignores alguna norma o alguna casuística del lenguaje—.

Pero conste que he usado la palabra «ideal». Eso quiere decir que hay casos en los que es posible prescindir de un corrector profesional. Y este es uno de los puntos esenciales a los que quería llegar: puedes publicar una novela sin pagar por una corrección profesional y sin condenar tu alma al Infierno.

Sin duda, esto que digo será una herejía para muchos, pero deja que me explique primero.

En estas últimas semanas, uno de los canales de YouTube que más he consumido ha sido el de la editorial Letra Minúscula, a la que estoy mayúsculamente agradecido (jeje) por la cantidad de buenos consejos que ofrecen de forma gratuita. Sin embargo, la cabra tira al monte y, por mucho que den buenos consejos, al final su objetivo es ganar dinero con la provisión de sus servicios editoriales. Esto los lleva a afirmar con rotundidad cosas como: «Si publicas un libro con una sola errata, estás estafando a tus lectores». Entiendo que esa cita sacada de contexto puede ser una exageración, pero se entiende el mensaje.

Todos estamos de acuerdo en que encontrarse una falta de ortografía o un error tipográfico durante la lectura puede ser molesto, pero si eres un autor autopublicado, es probable que tus lectores comprendan la situación y sean menos exigentes. Al fin y al cabo, no eres una editorial con un gran presupuesto y una plantilla de profesionales a tu disposición.

Y esto del contexto no es trivial. Lo que más me molesta de los profesionales editoriales que ofrecen sus servicios es que pretenden convertir a todos sus clientes en escritores profesionales, y eso no es posible. Claro que parte de profesionalizarse en algo implica invertir en que el producto sea de calidad, pero la realidad es que hay muchos elementos más allá del producto en sí que determinan el grado de profesionalidad, y el primero de ellos es poder rentabilizar tus inversiones.

Según David Remartínez —que no sé quién es, pero sus números me sirven para hacer una estimación—, en España se venden, de media, 400 ejemplares. Y eso contando publicaciones con editoriales y autopublicaciones. Supongamos por un momento que logras alcanzar la media y vendes 400 ejemplares de tu novela en Amazon. Para simplificarlo, ignoremos las posibles versiones de tapa dura, blanda o ebook y centrémonos en un libro en papel de 20 euros. De esos 20 euros, tú te quedas un 60 %, es decir, 12 euros. Descontando los gastos de impresión, pongamos 5 euros, tú te llevas 7 euros por libro. Multiplicado por 400, da la escalofriante cifra de 2.800 euros (sin contar el sablazo de Hacienda). Y eso en toda la vida editorial del libro, o sea que seguramente no ganarías eso en un solo año. En cuanto al precio de la corrección, pongamos de ejemplo a Letra Minúscula —que no es especialmente caro y además incluye corrección de estilo—. Para un libro de unas 140.000 palabras (casi la extensión de Cien años de soledad) nos cobrarían 1.820 euros, que con IVA ascendería hasta los 2.202 euros. Es decir, casi la totalidad de los ingresos hipotéticos que habíamos calculado, y eso en el caso de haber tenido un éxito relativo, porque lo normal seguramente se acerca a vender menos de 100 libros. Y todo sin contar otros posibles gastos como la portada, la maquetación y la publicidad para dar a conocer tu libro.

El escritor profesional que autopublica

Otra historia es el escritor que realmente puede rentabilizar su obra, ya sea porque es famoso, porque tiene una base estable de seguidores o porque le sobra el dinero para invertir en su proyecto. En este caso, el escritor se convierte en un empresario, tiene una estrategia comercial —o no le importa no recuperar su dinero— y sabe dónde se mete. Pero el que desea empezar en este camino o el que se adentra en la autopublicación con el objetivo de dar a conocer su arte no puede permitirse grandes lujos. No es tanto una cuestión de solvencia como de saber en qué gastar tu dinero. Todos nos hemos reído alguna vez del amigo que empieza a interesarse por algo y decide gastarse un dineral en material relacionado para, poco después, abandonarlo entre polvo y telarañas.

Cuando uno comienza un camino, no puede esperar codearse con los más grandes desde el primer momento. Todo tiene sus fases, y si de verdad tienes la voluntad, el arrojo y el talento para ello, llegará el momento de pulir tu obra para llevarla a su máximo potencial.

Esto no quita que a alguien le haga ilusión publicar su libro con la mejor calidad y esté dispuesto a invertir un dinero a sabiendas de que, seguramente —pues siempre se alberga algo de esperanza—, nunca lo recuperará. Cada uno hace con su dinero lo que quiere y puede darse el caso de que tengas más dinero que tiempo para corregir. Pero si no es tu caso, y tampoco tienes un retorno de la inversión mínimo asegurado, entonces no te queda más remedio que invertir tu propio tiempo y esfuerzo.

Autopublicación y autocorrección

Una vez que has decidido no desprenderte de tus preciados y viles metales, llega el momento de doblar el lomo. La razón por la que esta opción puede llegar a ser viable es porque hoy en día disponemos de multitud de herramientas para hacernos la vida más fácil. Ya no solo dispones de tu propio intelecto, sino que puedes apoyarte en potentes herramientas de software para pulir tu obra. En una futura entrada hablaré de qué programas he utilizado yo, pero no deseo eternizarme, así que hoy no me centraré en ese tema.

Lo evidente es utilizar desde el primer momento correctores de texto, ya sean plugins de navegador o el corrector integrado en Word. Esto no será suficiente para captar todo lo que esté mal —en parte, porque habrá muchos falsos positivos que camuflarán los verdaderos errores—, pero es un buen comienzo. Lo importante es tener en cuenta que tu escrito, incluso después de una primera revisión —la que se centra, sobre todo, en el contenido y en cazar alguna que otra errata— seguirá lleno de gazapos, la mayoría muy estúpidos y que cualquiera podría detectar con suficiente atención. Es por ello que deberías analizar tu texto con otros programas que, a poder ser, también detecten errores sintácticos y errores ortográficos más complejos. Pero es esencial que no delegues esta tarea a un programa sin revisar atentamente todo el proceso. De esta forma evitarás correcciones innecesarias —o incluso erradas— que podrían deteriorar la calidad de tu obra o de tu estilo personal. En este proceso, si lo haces bien, aprenderás mucho sobre lenguaje y te servirá para reducir errores en futuras obras.

Tras las correcciones, lo siguiente sería entregar el texto a varios lectores de confianza. Este paso también puede hacerse antes, en caso de que quieras considerar sus comentarios sobre la obra, pero si confías en tu visión, puedes simplemente centrarte en los posibles errores objetivos que queden por corregir.

La corrección de estilo profesional

Y llegamos a otro punto polémico. Todos los profesionales editoriales aseguran que la corrección de estilo es un paso fundamental en el proceso de publicación de un libro, pero yo debo disentir, pues no es así en todos los casos.

Si tú deseas publicar un libro sobre un tema específico o con una finalidad puramente comercial, es posible que no seas un apasionado del lenguaje ni la filología. Quizás solo tengas algunas ideas narrativas o dispongas de un conocimiento que deseas rentabilizar en un ensayo, manual o lo que sea. En ese caso, el servicio de corrección de estilo es para ti.

Pero si eres un escritor que valora la literatura y que pretende, siempre desde la humildad, apuntar a los grandes autores y obras, entonces no creo que debas pagar por una corrección de estilo.

Centrémonos en este segundo caso. Si deseas publicar una novela no solo para ganar dinero con ella, sino también —tal vez hasta principalmente— para alcanzar tu máximo potencial literario, un requisito indispensable es conocer la lengua. Para lograr esto, se debe, además de escribir mucho y de leer a los grandes, estudiar. No necesariamente una filología, pero uno debe estar al tanto de cuáles son los mejores recursos para aprender y saber a dónde acudir cuando se tienen dudas —pues hoy en día hay más facilidades, pero también hay mucha desinformación—. Todo esto se consigue mejor cuando te responsabilizas de tus textos. Si delegas desde el principio esta tarea, perderás una parte fundamental de tu desarrollo como escritor.

Otra cuestión es pagar una corrección de estilo para aprender. Eso puede ser muy útil, por supuesto, pero también hay que tener en cuenta qué clase de profesionales van a intervenir en tu libro. Es probable que esas personas tengan cierta deformación profesional y orienten sus correcciones de estilo a lo que el mercado determina que es lo correcto —es decir, lo que más vende—. Tal vez algunas correcciones —sobre todo las que tengan que ver con la fluidez y cuestiones semejantes— reduzcan la originalidad de tu obra en pro de una vendibilidad. Por eso es importante conocer cuál es el objetivo de tu actividad.

Y por mucho que quieran simular lo contrario, si te fijas en cualquier genio de la literatura, descubrirás que prácticamente en ningún caso dejaban que se metieran en su estilo particular. Es cierto que uno no puede esperar ser un genio, porque es poco probable; pero, si no te fijas metas altas, ¿cómo pretendes llegar lo más lejos posible? Si mi estilo como escritor no es suficientemente bueno como para que mis obras perduren, ¿para qué quiero que alguien más competente vele mi fracaso? Personalmente, mi objetivo es ser el mejor escritor que pueda ser, y si eso me da algo de dinero, bienvenido sea; pero la personalidad que imprimo en mis obras a través de todos sus elementos —historia, personajes, estilo, humor, pesimismo— me pertenece, por imperfecta que sea a ojos de un profesional.

Quería reflexionar acerca de estas cuestiones porque no he encontrado prácticamente ningún artículo al respecto que no estuviera escrito por algún profesional del mundo editorial. No creo que haya sido tan original como para ser el primero en ofrecer esta perspectiva —otros antes que yo habrá habido, sepultados seguramente por las depuradas estrategias de SEO de gente cuya profesión depende, en parte, de convencerte sobre estos asuntos—, pero me parecía importante hablar sobre ello.

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Manuel Alfredo Collado
Manuel Alfredo Collado

Me llamo Manu y soy el creador de Aliteraturación. Además de administrar este espacio, escribo narrativa: soy autor de la novela Tierra de sacrificios y de varios cuentos, algunos de los cuales puedes leer en la sección de relatos de esta web.

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